miércoles, 26 de febrero de 2014

Patio

Se mecen lánguidas las hojas del invierno.
La casa se opaca con el frío, se llena de nubes.
Al fondo, solo al fondo, un horizonte gris e incierto,
aquí ya no hay más parra, simplemente hojas en el suelo,
el recuerdo de un otoño que lloró poco.
Pero unas flores tenues, humildes, alumbran el patio.
Y sin querer, casi sin querer, las rosas hieren con sus espinas el hielo que flota en el aire,
lo rajan, lo desangran suavemente, lo cortan con su pureza rosada,
con sutiles caricias de pimpollo.
Entonces el cielo, atravesado por los brazos pelados de los árboles,
se transforma en un gris perlado
que susurra sus nostalgias al rosal
mientras la casa ansía la primavera